Recuerdo, ahora que se fue Labordeta, que al autor de ese «a la mierda» en el Congreso no le habría gustado nada el ensordecedor silencio de los políticos que tienen que responder ante los ciudadanos y deciden no hacerlo. Se dice ahora muy a menudo que Labordeta era honesto y tenía carisma, dos virtudes de las que carecían en su mayoría los rivales políticos del aragonés. Se dice también que su calidad humana destacaba por encima de la mediocridad política española, dejándola en evidencia. Yo ensancharía un poco la definición para que cupiese algún político europeo. La mayoría matan casi literalmente a sus equipos de prensa por salir en portada. Otros, en cambio, no salen ni aunque deban hacerlo.
Es el caso de Herman Van Rompuy, que sólo da una rueda de prensa cuando no le queda más remedio y que, a diferencia de lo que hacen otros líderes, no informa nunca de sus múltiples contactos con los jefes de Gobierno a los que visita o le visitan. Los periodistas nos enteramos por su agenda y su videoblog. Sin preguntas, sin noticias.
Gracias a ciertos progresos económicos que todavía están por cristalizar, Herman Van Rompuy tiene ahora mucha mejor fama que cuando llegó al cargo, en diciembre del año pasado. Sus asesores y algún muy buen jefe de prensa le han labrado la imagen de un «artífice de consensos», de hormiguita que trabaja mucho pero presume poco. Esa representación de Van Rompuy, que ha calado y le precede junto a un halo misterioso e inquietante, está obviamente por confirmar, ya que Van Rompuy sólo se pone guapo los días de guardar.
Es justamente lo contrario de lo que cabría esperar de un líder desconocido para Europa, que preside las reuniones de los jefes de Gobierno sin ser elegido por los ciudadanos europeos y que, aún por encima, ostenta la representación exterior de la Unión Europea. Es más aficionado a la composición de haikus (tiene hasta un libro) que a la comunicación con los europeos, a los que obsequia con un videoblog en el que colecciona saludos con mandatarios. En medio de ellos, alguna rueda de prensa grabada o alguna conferencia pública. ¿Contacto con los periodistas? Casi inexistente. ¿Contacto con los ciudadanos? El imprescindible.
Es de suponer que silencios como estos, tan propios de los que creen que no es necesario someterse al control o interlocución de la prensa, habrían desesperado también a Labordeta.
Una respuesta a «Carisma»
It’s always a pleasure to hear from someone with exrpetise.