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Necesitamos exploradores

Hay dos tipos de retóricas políticas: la del chamán y la del explorador. La primera «se basa en la indignación en la lucha, en soñar con lo imposible», en Robin Hood contra el sheriff de Nottingham. La del explorador se asienta «en la solidaridad, en el consenso, en soñar con lo posible, en las pequeñas expectativas». Podrían encarnarla los tres mosqueteros y su precepto básico sería la fraternidad.

Las citas están sacadas de El retorno de los chamanes, el recomendable libro de Víctor Lapuente que concluye que el chamanismo puede ser de derechas o de izquierdas, es más abstracto que práctico, más frentista que pactista y genera «convulsiones teóricas pero poco cambios sustantivos». Las sociedades avanzan cuando las convicciones se explican sin tantos aspavientos, sin tanto mesianismo o líneas rojas. Avanzamos cuando nos sentamos a negociar lo concreto y estamos dispuestos a dejarnos en casa los odios volcánicos y las aspiraciones de máximos.

El año 2015 iba a ser el gran año del cambio en España. Lo ha sido en muchos aspectos. Sin embargo, tras pasar por «las urnas de la ira» (como a veces concebimos las urnas, según Lapuente), el resultado nos ha dejado más bien pocas certezas para comenzar este 2016. Para empezar, no sabemos si 2016 será de nuevo el gran año del cambio y se celebrarán unas nuevas elecciones. En este 2015 me he implicado con más o menos intensidad en la cobertura de cinco convocatorias electorales. Las griegas de enero centraron mi primer artículo en El Español, el 24 de enero. Después llegaron las andaluzas, las autonómicas y municipales, las catalanas y  finalmente las generales, en cuya campaña me encomendaron seguir al PSOE. Todas fueron elecciones importantes y repolitizadoras en el buen sentido, aunque haya tenido la sensación de vivir un constante partido del siglo, esas citas que son absolutamente decisivas hasta que se celebra la siguiente, que además suele tocar por calendario.

El chamanismo no es más que una sofisticación política de la soberbia. Y la soberbia es muchas veces una indeseable y poco consciente reacción a la inseguridad y a la incertidumbre. De todo esto hay mucho en la política, pero también en los medios de comunicación y, cómo no, en lo más íntimo de cada uno. Discernirlo con claridad no es tan fácil, pero para avanzar y aprender resulta imprescindible.

Haciendo balance de este 2015 me doy cuenta de que los artículos de los que más satisfecho me siento son los que explican algo concreto (una persona, un momento, una idea) o aterrizan algo abstracto para que ruede por la pista de lo accesible. Aunque todas las historias tengan un titular, pretenden contribuir a la explicación honesta y subjetiva de un bien tan maleable como la porción de realidad de la que soy testigo. No todas revientan el contador de visitas (aunque un puñado están entre las 50 más leídas), pero creo que la mayoría cumplen una función independientemente de la métrica cuantitativa.

Ha sido un año de grandes cambios en lo profesional. No hace tanto (aunque parezca más) derramé más de una lágrima al decir hasta luego a los amigos de El Huffington Post. Dije hola a El Español, que entonces cabía en un despacho pequeño en la avenida de Burgos, y contribuí a fundar un nuevo medio de comunicación con una alta exigencia y un equipo humano y profesional excepcional. Desde entonces he publicado muchos artículos, incluyendo alguna exclusiva, he visto buen teatro, he ido a tertulias en la televisión y en la radio, he moderado un debate electoral, he viajado, asistido a bodas de buenos amigos y hasta he grabado un disco.

Estas son algunas de las historias con las que he explorado en el 2015. En muchas me han acompañado compañeros excepcionales, tanto en la redacción, como en la fotografía o la edición. Confío en que, si te animas a leerlas, te aporten algo para el año que empieza:  Continúa leyendo


Una nueva página por escribir

Aeropuerto de Tempelhof

En mayo de 2012 volví a España para integrarme en el equipo que lanzó la edición española de El Huffington Post. Había pasado cinco años fuera, fundamentalmente como corresponsal en Bruselas. No tenía la menor intención de regresar a un país que con cierta distancia se me antojaba triste y al borde de la quiebra. El cierre de Público había puesto patas arriba mi vida, como la de tantos compañeros, pero contaba con muy buena gente a mi alrededor y algunas oportunidades profesionales. Un buen día, Montserrat Domínguez me llamó (gracias). Me ofreció sumarme a un equipo sólido, a un gigante empresarial y a una aventura con vistas a todo el mundo. Dije que sí y me mudé a Madrid.

Hoy, El Huffington Post está entre los tres diarios nativos digitales más leídos en España, llegando a superar los cinco millones de usuarios únicos mensuales y con 15 ediciones hermanas en cuatro continentes. En España, El HuffPost ha sido libre, ha entendido a la perfección internet y ha utilizado nuevos enfoques y narrativas para contar historias. Haya contribuido más o menos a este balance, lo cierto es que he sido testigo de excepción mientras se gestaba. Un gran motivo para estar agradecido.

En unos días, recogeré mis cosas y me trasladaré a la redacción de El Español. En realidad, aún no es una redacción. La vamos a construir. Poco a poco irá desapareciendo el eco de algunas salas y será sustituido por el ecosistema habitual de toda oficina. Mobiliario, ordenadores, personas que van y vienen. Pero en otoño también se escuchará nítidamente un nuevo sonido en la jungla. Un nuevo medio de comunicación, una oportunidad para tener y dar voz, contar historias que expliquen el mundo y lo mejoren.

En los ocho años que he trabajado como periodista he tenido el privilegio de disfrutar de cada trabajo como una oportunidad para aprender, pasármelo bien y ganarme la vida (no siempre en ese orden). Eso es, una vez más, lo que me anima a embarcarme en un nuevo viaje en el que antes de zarpar ya conozco a compañeros que me ofrecen total confianza. Este gallego de Vilalba que ha vivido en Noruega y en Bélgica se va a El Español para fundar un medio desde cero, con una inversión que asegura músculo periodístico y un planteamiento digital sin vicios previos.

«¿No se lee en este país porque no se escribe, o no se escribe porque no se lee? Terrible y triste cosa me parece escribir lo que no ha de ser leído; empero más ardua empresa se me figura a mí, inocente que soy, leer lo que no se ha escrito».

La cita puede encontrarse en este artículo de Mariano José de Larra, una referencia muy presente en todo lo que rodea al nuevo proyecto. Reconoce el punto de partida (España necesitaba leer para ser libre entonces y hoy es urgente que haya más y mejores medios). Pero también resume un reto irrenunciable. El de llenar con buenas historias un futuro que ahora es una página en blanco. Aunque no haga falta papel.

Foto: Atardecer en el aeropuerto sin aviones de Tempelhof (Berlín), septiembre de 2014. Canción, Know how, de Kings of Convenience (letra aquí)